Entre medio de miles de verdes cercanos, combinados con todos los tonos de gris en la distancia neblinosa, aparecen aquí y allá flores rosadas, lilas, anaranjadas, rojas y moradas. Varias especies de colibrís me reciben, curiosos, con su aleteo a escasos centímetros de la piel, y un escalofrío de emoción recorre todo mi cuerpo.
Después de caminar un rato, lentamente, observando colibrís, saltarines, tucanes, trepadores y muchas otras aves, me siento, extasiado, a escuchar con detenimiento los sonidos del bosque. Aves, anfibios e insectos compiten por ocupar el espacio sonoro del bosque nublado mientras yo, atónito, casi tengo que salir a tientas al caer la noche.
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