Texto: David Biller. Fotos: Valentí Zapater. (Ir a la primera entrada o bien al índice)
If you want to read it in English see below.
Es importante distinguir entre los Taromenane / Tagaeri y los pueblos Waorani. El pueblo Taromenane / Tagaeri tiene muy claro que no desea ser contactado, como hacen evidente estas desagradables fotografías del incidente de Los Reyes.
Por otro lado, los Waorani, aunque aislados, se ven fuera de Yasuní en cierta medida. Entre las pocas personas en Kawymeno que lucían el tradicional corte de pelo en forma de cuenco y los agujeros estirados del lóbulo de las orejas estaba uno de los fundadores y líderes de la comunidad, Kai, quien se sentó conmigo durante una hora y hablaba muy poco español. Pero incluso él llevaba ropa occidental: una camiseta Nike roja, pantalones cortos de deporte de color rojo, calcetines amarillos estirados a lo largo de sus espinillas sin pelo, y unas zapatillas Chuck Taylor de imitación.
Aquí se pueden ver los Waorani con su tradicional (des) vestido.
Los Waorani nunca van realmente desnudos ni llevan la tradicional piola (traducción: ¿la correa del pene?), a no ser que alguien – un grupo de turistas, el gobierno – les pague para hacerlo, cosa que creo que es, como mínimo, pornografía antropológica: Quítate la ropa, déjame que me asombre y te hago unas fotos instantáneas, te daré unas monedas y luego cada uno tomará su camino. ¡Las fotos serán un éxito en la ciudad!
Es cierto que una gran parte de por qué los Waorani anhelan ahora los bienes de fuera y vestirse con ropa occidental es el legado de haber sido contactados cuando inicialmente no querían, y muy especialmente de los esfuerzos del Instituto Lingüístico de Verano (una historia muy atractiva sobre esto se puede encontrar en el libro de Wade Davis, El Río).
Un antropólogo victoriano, a diferencia de Sir Richard Burton, espera que estas tribus remotas permanezcan de esa manera. Creo que este punto de vista es sobre todo una ilusión, y a veces ralla la arrogancia. Yo diría que las personas se dejan seducir por la idea de los pueblos no contactados, ya que colectivamente queremos creer que, no importa cuánto nos equivoquemos con las cosas en el mundo civilizado, todavía hay gente ahí fuera más allá de sus garras. Aun así ¿sigue siendo eso siquiera realista? Este gran artículo de Jonnie Hughes en la revista Salón, sobre indígenas de Papúa Nueva Guinea que llegan a Inglaterra y luego se unen al Facebook, presenta un caso contundente: resistirse «al libre acceso de la humanidad» es inútil y el intercambio puede resultar beneficioso (del mismo modo, mi editor de este artículo me dijo que tiene ahora como amigos de Facebook a gente del pueblo de Kirguizistán, donde fue voluntario de los Cuerpos de Paz.)
Así que creo que no debería ser una cuestión de contacto versus aislamiento, la cuestión es la naturaleza del contacto. En algunos casos, la exposición a nuevas ideas puede compensar otras que se infiltran. Por ejemplo, le expliqué a Saúl mi opinión sobre el consumismo desenfrenado que se da en la humanidad, cosa que dudo que fuera clara para él las primeras veces que se maravilló ante las cámaras digitales. También me pidió lo que pensaba sobre la homosexualidad. Los misioneros católicos de la región se hubieran consternado al enterarse de que le expliqué mi idea de que hay un espectro de orientaciones sexuales.
Aunque sólo sea a nivel material, mi intercambio con Saúl le proporcionó una tienda de campaña Meteor Light de Sierra Designs y a mí una cerbatana y dardos envenenados. Él estaba muy emocionado ya que tendría refugio portátil para protegerse de los insectos y las serpientes. Cuando fui a enseñarle el truco para montar la tienda, me encontré con que ya lo había descubierto por sí mismo. Era como un niño atolondrado en la mañana de Navidad, y yo también estaba entusiasmado con mis juguetes nuevos. (Para responder a la pregunta frecuente: envié las armas de vuelta a casa metidas en un tubo de PVC, luego mentí al agente de aduanas diciéndole que eran una parte importante de la investigación para mi doctorado en Antropología.)
Mientras en el día de hoy los Waorani miran hacia el mundo exterior, los Taromenane y Tagaeri desean permanecer en aislamiento, y creo que esto debe ser respetado. No debemos forzar el contacto. Y eso es una parte de la razón por la cual no solo se trata de proteger ITT, sino todo Yasuní. La otra parte es su asombrosa naturaleza y biodiversidad. Podemos y debemos estar agradecidos de que Ecuador haya alcanzado su primer objetivo de $100 millones a finales de 2011 [pdf], pero todavía queda un largo camino para llegar a los $3.500 millones. E ITT es sólo un rincón de un parque nacional enorme y enormemente amenazado.
Words: David Biller. Photography: Valentí Zapater. (Go to the first post or to the index)
Si quieres leerlo en castellano ves más arriba.
It’s important to distinguish between the Taromenane/Tagaeri and Waorani peoples. The Taromenane/Tagaeri people very clearly do not want to be contacted, as that photos, about Los Reyes incident, should make abundantly clear.
On the other hand, the Waorani, though isolated, do look outside Yasuní to some extent. Among the few people in Kawymeno who sported the traditional bowl-cut and stretched ear lobe holes was one of town’s founders and leaders, Kai, who sat with me with for an hour and spoke very little Spanish. But even he wore Western clothing: a red Nike jersey, red athletic shorts, yellow socks pulled up over his hairless shins, and knock-off Chuck Taylors.
The Waorani people in their traditional (un)dress.
The Waorani don’t really go nude or wear the traditional piola (translation: penis strap?) anymore unless someone – a tour group, the government – pays them to do so, which I think is almost akin to anthropological pornography: Take your clothes off, let me gawk at you and snap photos, I’ll give you cash, then we’ll go our separate ways. The photos will be a hit in the city!
Admittedly, a large part of why the Waorani now crave outside goods and wear Western clothing is the legacy of having been contacted when they originally didn’t want, and particularly the efforts of the Summer Language Institute. (A really engaging history of this can be found in Wade Davis’ book One River.)
A Victorian anthropologist, as opposed to Sir Richard Burton, hopes these remote tribes would stay that way. I think this view is mostly wishful thinking, and at times borders on arrogance. I’d argue that people are seduced by the idea of uncontacted peoples, because collectively we want to believe that, no matter how much we mess things up in the civilized world, there are still people out there beyond its clutches. But is that even realistic anymore? This great Salon article by Jonnie Hughes, about Papua New Guinea villagers who come to England and then join Facebook, presents a strong case that resisting «open-access humanity» is futile, and that exchange can prove beneficial. (Likewise, my editor for this story told me he’s now FB friends with people from the village in Kyrgyzstan, where he was a Peace Corps volunteer.)
So I believe it shouldn’t be a question of contact versus isolation; it’s a question of the nature of the contact. In some cases, exposure to new ideas can offset others that are infiltrating. For example, I explained to Saul my opinion on the toll unbridled consumerism takes on humanity, which I doubt was clear to him the first times he marveled at digital cameras. He also asked my thoughts on homosexuality. Catholic missionaries in the region would be dismayed to learn that I explained my belief that there’s a spectrum of sexual orientation.
Even just on a material level, my exchange with Saul got him a Sierra Designs Meteor Light tent and me a spear, blowgun and poison darts. He was thrilled he’d now have portable shelter to protect him from bugs and snakes. When I went to show him the trick to setting up the tent, I found he’d already figured it out on his own. He was like a giddy kid on Christmas morning, and I was just as excited about my new toys. (To answer the frequent question: I got the weapons back home by stuffing them in a PVC pipe, then lying to the customs agent by saying they were an important component of the research for my Anthropology PhD.)
While the Waorani today look to the outside world, the Taromenane and Tagaeri wish to remain in isolation, and I do think that should be respected. We shouldn’t force contact. And that’s part of the reason why it’s not just ITT that should be protected, but all of Yasuní. The other part is its astounding nature and biodiversity. We can and should be grateful that Ecuador hit its first US$100mn target by the end of 2011 [pdf], but there’s still a long way to go to US$3.5bn. And ITT is just one corner of an enormous, and enormously threatened, national park.
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