Bajando de la cordillera, ya en el llano, el bosque seco tropical de Manglares-Churute, cerca de Guayaquil, se acaba repentinamente: una línea muy precisa, marcada por el nivel máximo de la marea, da paso a un lodazal de color negruzco, por lo menos en marea baja, de donde sale una maraña de raíces aéreas que sostienen a los mangles, estas extraordinarias especies de árboles que forman un ecosistema peculiar.

El paisaje, observado a gran escala, es aparentemente simple: una extensa mancha verde que corresponde mayoritariamente a una única especie, el mangle rojo, surcada por un laberinto de canales de agua de color marrón verduzco. Por debajo, una maraña de raíces incadas en el agua o en el lodo.

Observando con más detenimiento vemos otra especie de mangle, el mangle negro, escaso. Esta especie es colonizadora, sus semillas se las lleva la marea y sólo germinan en un área despejada, con luz, sin plantas, un área perturbada natural o artificialmente.

Mirando con detalle el mangle rojo vemos una especie de frutos que cuelgan a modo de judías. Al mangle rojo no le interesa que sus semillas se las lleve el agua, sino que germinen allí mismo para regenerar el manglar. Esa especie de frutos no son otra cosa que semillas con una planta ya germinada de unos 20 cm, que cae de punta y se clava en el lodo para que el agua no se la lleve: así se regenera el manglar y también se extiende a áreas adyacentes ya colonizadas y estabilizadas por el mangle negro.

El lodo, donde se hincan las raíces aéreas aéreas, está perforado como un queso de Gruyère: son las madrigueras del cangrejo rojo. El cangrejo sale y entra constantemente escondiendo todas las hojas que caen del mangle, es el basurero del manglar. Se alimenta de esas hojas, pero recoge más de lo que es capaz de comer, y las que sobran se descomponen. En este proceso, el cangrejo, con sus galerías, airea el lodo y, de esta manera, las raíces del mangle pueden respirar. En esta simbiosis el cangrejo se alimenta de las hojas caídas. Pero aquí no se acaba la cosa: el cangrejo expulsa de las galerías una mezcla de lodo y restos de hojas, materia orgánica en descomposición y ya descompuesta y mineralizada. La marea alta se lleva esta extraordinaria sopa nutritiva que alimenta tanto al zooplancton (con materia orgánica) como al fitoplancton, que aprovecha los minerales, el agua y el CO2 para fotosintetizar y enriquecer el agua con el oxígeno que produce. De todo este rico caldo de cultivo, con una productividad muy alta, se alimentan crustáceos, peces, aves, cocodrilos, delfines y también pescadores y nosotros mismos. Es una cadena compleja y delicada que se puede destruir de muchas maneras. Una destrucción directa debida a la construcción de camaroneras o bloques de pisos elimina completamente el sustento de peces, aves y pescadores.

Una recolección excesiva de cangrejos ahoga literalmente las raíces de los mangles y el manglar se muere. Y así cualquier otra acción que perturbe la compleja cadena ecológica del manglar puede conducir a su destrucción, eliminando una importantísima fuente de producción de alimentos para animales y personas.

Valentí Zapater