Cada primavera, veía desde el balcón aquellos bonitos árboles engalanados de lila. «¡Bonita foto!» pensaba. Atravesando el parque, con los árboles enfrente y el suelo tapizado de flores, la veía hecha. Encuadre, objetivo, meteorología adecuada… Tenía todos los detalles claros. Pero no. Tuvieron que pasar 3 primaveras. Y fue fácil. Durante la semana de máxima floración, en un día nublado y sin viento, tomé la decisión y bajé con la cámara y el teleobjetivo. 20 minutos y 98 fotos. Pero podría haber estado toda la mañana.
Hay que dar un paso adelante. Y después otro. Esta fotografía es un pequeño homenaje a todas aquellas cosas en la vida que queremos hacer y que, sólo cuando las hacemos, cobran sentido. Antes no. Aunque sepamos el sentido. Porque si no las hacemos sólo somos muertos vivientes.
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